domingo, 7 de noviembre de 2010

De Churchill a nuestros días

"Confío en que seré perdonado, si a causa de la crisis actual, soy
breve en mi discurso a la Cámara. Confío en que todos mis colegas,
o excolegas, que se vean afectados por el reajuste político,
disculparán plenamente la falta de ceremonia con que hemos tenido
que actuar. Es mi deseo decir a la cámara, como ya he dicho a los
que han formado este gobierno: “sólo puedo ofrecer sangre, sudor y
lágrimas”.
Nos espera una prueba verdaderamente terrible. Se extienden ante
nosotros muchos meses, meses muy largos, de lucha y sufrimiento.
Vosotros preguntaréis: ¿Cuál es nuestra política? Y yo respondo: es
hacer la guerra, por mar, tierra y aire, con todo nuestro poder y con
todas las fuerzas que Dios pueda darnos; hacer la guerra contra
una monstruosa tiranía, jamás superada en el tenebroso y
lamentable catálogo de los crímenes humanos, esta es nuestra
política.
También preguntaréis: ¿Cuál es nuestro objetivo? Nuestro objetivo
es victoria; victoria por largo y por duro que sea el camino; pues sin
victoria no hay supervivencia ni salvación. Que quede esto bien
claro; no habrá salvación para el Imperio Británico; no habrá
salvación para todo cuanto el Imperio Británico ha representado; no
habrá salvación para el impulso y el anhelo de todas las épocas que
han hecho avanzar a la Humanidad hacia sus más altas finalidades.
Pero asumo mi tarea con júbilo y esperanza. Estoy seguro de que
muestra causa no podrá fracasar entre los hombres. En estos
momentos me siento con derecho a pedir la ayuda de todos y digo:
“Vamos, pues, avancemos juntos uniendo todas nuestras fuerzas”"
(Discurso de Winston Churchil ante la Cámara de los
Comunes en su toma de posesión como primer ministro
13 de mayo de 1940)

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La sociedad pide hoy en día a sus políticos no una retahíla de cifras, ni más explicaciones sobre el origen de la tormenta, ni evocaciones (obsesivas) sobre las dificultades, mayores o menores, de los demás. Tampoco una lista bienintencionada de estupendos propósitos para el futuro. No es tiempo de diagnósticos; ni siquiera de pronósticos. La gravedad de la situación exige sobre todo confianza y liderazgo. No hay gobierno capaz de conducir el barco de la economía a aguas más tranquilas si no transmite a sus empresas, consumidores y demás actores económicos el convencimiento de que reman con un propósito. Con un purpose, si se me admite pedantería, porque el término inglés significa al mismo tiempo propósito y determinación, y ambas exigencias se reclaman la una de la otra en situaciones de incertidumbre extrema.

En mayo de 1940, las tropas británicas acaban de retirarse de Dunquerque de manera humillante, y el Reino Unido se disponía a sufrir los inminentes ataques de la Alemania hitleriana. El gabinete de guerra volvió sus ojos a un político trashumante y borrachín, gastado en mil gobiernos desde la Primera Guerra Mundial y con el depósito del prestigio en la reserva. Pero Winston Churchill se dirigió a sus compatriotas con un discurso de apenas cuatro párrafos para asegurarles que lo que podía ofrecerles no eran remedios taumatúrgicos ni falsas promesas, sino únicamente «sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor». «Me preguntáis -añadía- cuál es nuestra política. Os lo diré: hacer la guerra por mar, por tierra y por aire, con toda nuestra potencia y con toda la fuerza que Dios nos pueda dar... Esa es nuestra política». ¿Y el purpose , la aspiración? «Una sola palabra: victoria, victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror, victoria por largo y duro que pueda parecer el camino; porque, sin victoria, no hay supervivencia». Todo lo cual le autorizaba a «reclamar la ayuda de todas las personas, y decir: «Venid, pues, y vayamos juntos adelante con nuestras fuerzas unidas»».

Ni por asomo nos encontramos en una situación semejante. Por fortuna. Pero aquella alocución será por siempre el más excelso referente contemporáneo de las ideas que conviene sacar a la palestra cuando de lo que se trata es de afirmar un liderazgo y reclamar la confianza de un pueblo al que sólo se le puede ofrecer en determinados momentos, si no se le quiere engañar, «esfuerzo, lágrimas y sudor». Aunque lo de la sangre, dejémoslo para otro momento por si alguien se lo toma al pie de la letra...

2 comentarios:

  1. Sólo diré una cosa.

    Si Belén Esteban se presentara a las elecciones, sería la tercera fuerza política en España.

    He ahí lo que el pueblo llano busca en sus líderes. Lejos y abandonados han quedado los grandes ejemplos, grandes hombres -y mujeres, no lo olvidemos- que lucharon por unos ideales.

    Personajes cuya memoria es defenestrada cuando gentuza del calibre de la Princesa del Pueblo abre la boca. O por comentarios -que he oído- haciendo referencia al propio Churchill "Sí, claro, vencer una guerra en un despacho es muy fácil".

    Un líder ya no es un ejemplo a seguir, un líder es ahora el reflejo de la masa.

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  2. Estoy de acuerdo contigo, ya no hay quien pueda con la masa, que por tonta y votante se propone destruir nuestro país.

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